Llega la temporada de vacunación, y es nuestro deber poner en vuestras manos información que en conjunto os hará plantearos la efectividad de las vacunas. Al final del artículo encontrareis el documental Vacunas, la verdad oculta y una excelente entrevista a Jane Burgermeister que os dejarán pocas dudas sobre la verdadera intención de las vacunas.

Pongámonos en antecedentes:

La vacuna de viruela se creyó que era capaz de inmunizar a las personas contra la viruela. En el momento que fue introducida esta vacuna, había ya un declive en el número de casos de viruela. Japón introdujo la vacunación compulsiva en 1872. En 1892 había 165,774 casos de viruela con 29,979 muertes, a pesar del programa de vacunación. Un severo programa compulsivo de vacuna de viruela que entablaba acciones judiciales a aquéllos que se negaban a la vacuna se instituyó en Inglaterra en 1867.

En un lapso de 4 años, el 97.5% de las personas fueron vacunadas. El año siguiente, Inglaterra experimentó la peor epidemia [1] de viruela en su historia, con 44,840 muertes. Entre 1871 y 1880 la incidencia de viruela realizó una escalada de 28 a 46 por 100,000. La vacuna de la viruela no funciona.

Mucho del éxito atribuido a los programas de vacunación realmente puede haber sido debido a la mejora en la salud pública relacionada a la calidad del agua y la higienización, condiciones de vida con menos hacinamiento, buena nutrición y mejores estándares de vivienda. Típicamente la incidencia de una enfermedad estaba claramente disminuyendo antes de que introdujeran la vacuna para esa enfermedad. En Inglaterra la incidencia de polio había disminuido por 82% antes de la introducción de la vacuna en 1956.

A principios de los 1900s, un astuto médico de Indiana, el Dr. W.B. Clarke, declaró,

El Cáncer era prácticamente desconocido hasta que se comenzó a introducir la vacunación compulsiva con la vacuna de viruela. Yo he tenido que tratar con doscientos casos de cáncer, y nunca vi un caso de cáncer en un persona no vacunada”. [2].

Hay una creencia ampliamente sostenida de que no deben criticarse las vacunas porque el público podría negarse a tomarlos. Esto sólo es válido si los beneficios exceden los riesgos conocidos de las vacunas.

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