Después del derrumbe de la Unión Soviética, el ex presidente de Estados Unidos y antiguo combatiente de la guerra fría Richard Nixon dedicó sus últimos años de vida a velar porque Rusia ocupara su lugar en la comunidad internacional. Nixon aconsejó al entonces presidente Bill Clinton sobre la manera correcta de tratar con la Federación Rusa, reconocida internacionalmente como el Estado sucesor de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Algo que Nixon nunca habría tolerado es la tendencia conservadora a negar el importante papel que Rusia desempeñó en la Segunda Guerra Mundial –lo que los rusos llaman «La Gran Guerra Patria»– y en la victoria de los Aliados contra la Alemania nazi. Los actuales dirigentes de Estados Unidos y sus compinches en Gran Bretaña, en el este de Europa y en otros países incluso serían llamados a capítulo por Nixon por haberse negado a participar en la ceremonia anual del 9 de mayo, o «Día de la Victoria», en Moscú.
Nixon, quien criticó a la administración de George H. W. Bush por la ayuda patéticamente inadecuada que se destinó a Rusia después del derrumbe de la Unión Soviética, tendría poco tiempo que perder con los círculos políticos estadounidenses que hoy pretenden desgastar a Rusia y ponerla de rodillas.
Entre quienes ejercen presión a favor de un endurecimiento de las sanciones contra Rusia e ignoran su significativo papel en la victoria de la Segunda Guerra Mundial se hallan los hijos e hijas de los emigrados fascistas y nazis provenientes del este de Europa que llegaron a Estados Unidos en los años posteriores a la guerra, en su mayoría gracias a la «Operación Paperclip» de la CIA [1], huyendo de los juicios a los que pendían sobre sus cabezas por haber apoyado la causa nazi en sus países de origen.
Aquellos emigrados participaron en la formación de diversos grupos de extrema derecha que giraban alrededor de las «Naciones Cautivas», organización estimulada por la administración Eisenhower y las posteriores administraciones estadounidenses. De aquella constelación de organizaciones fascistas surgieron el sionista ucranio-estadounidense Lev Dobriansky y su hija Paula Dobriansky, ex responsable en el Departamento de Estado durante la administración de George Bush hijo, así como el ex colaborador de la Gestapo en Hungría, Gyorgy Schwartz, quien más tarde se cambió el nombre y pasó a llamarse George Soros [2]. Los descendientes de aquellos inmigrados figuran actualmente en los gobiernos de todo el centro y el este de Europa.
Los grupos que gravitan alrededor de aquellos emigrados a Estados Unidos, como la Fundación Heritage [3], el American Enterprise Institute (AEI) [4] y la Brookings Institution [5], así como Human Rights Watch, fundada por George Soros, trabajan a favor de que se reescriba la historia de la Segunda Guerra Mundial. Al parecer, muchos de esos grupos neoconservadores e históricamente revisionistas preferirían que, en vez de reconocer la victoria de la Unión Soviética sobre el fascismo, se conmemorasen con tristeza las derrotas de los regímenes títeres de los nazis en los países bálticos, así como en Ucrania, Bielorrusia y Moldavia. Seguir leyendo →