En esta ocasión no vengo a promulgar la «verdad» sino a regalaros dos reflexiones, las cuales el año pasado escribí en mi blog personal http://atreveteapensarr.wordpress.com/ con mucho cariño. Y que en este momento y dado las fechas que nos encontramos me apetece compartirlas con vosotros.

Un año más estamos sumidos en plena voragine navideña. Las ciudades se transforman en gigantes luminosos atestadas de gente con bolsas yendo de un lado para otro, mientras las televisiones y los periódicos bombardean con anuncios dándonos ideas en las cuales gastar nuestra paga extra (esos los que tengan la suerte de tener un trabajo y por lo tanto poder tenerla). Pero, ¿cuál es el sentido de la navidad? Hace bastantes centenares de años, en estos días se celebraba la resurrección del sol. Se celebraba la noche más corta del año, ya que a partir de aquí los días se irían haciendo más largos, la luz vencería a las tinieblas. En estos días el pueblo estaba unido, se estrechaban los lazos y se disfrutaba la fiesta en armonía. Aquí nació la costumbre de dar un regalo, un simple detalle sin apenas valor material, pero que suponía un gesto de hermandad en unas fiestas tan especiales. Posteriormente con el cristianismo, y al margen de las creencias religiosas, estas fiestas no variaron en su significado íntimo. Seguían siendo días de solidaridad, de comunidad, de familia, de cariño. Días en los que olvidar la pesadez de la vida cotidiana para pasar unos días de comunión, cada uno con los suyos. Días en los que el trabajo, el dinero y los problemas perdían su sentido, siendo sustituidos por hermandad y amor. Pero, ¿queda algo hoy en día de todo esto? Solo falta echar un vistazo estos días a nuestro alrededor: Gente comprando como loca, para ellos no hay crisis, da igual pedir préstamos a intereses elevadísimos y que no saben siquiera si podrán pagarlos en el futuro, ante todo hay que comprar, comprar, comprar. Las luces de navidad (que cada vez empiezan a funcionar antes marcan el pistoletazo de salida.

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