El feminismo como herramienta o arma del Estado, y de la élite plutocrática, para dividir y enfrentar a hombres y mujeres en una impuesta guerra de sexos, así como la intención manipuladora que supone la Ley de Violencia de Género tal y como está planteada, son temas que ya hemos tratado con anterioridad en los siguientes artículos:

Hoy en Información por la Verdad os dejamos un texto que nos ha llegado dentro de la publicación de Prado Esteban Diezma«¿Con el Estado o contra el Estado? La liberación femenina en el siglo XXI.» Creemos que comprender que el feminismo está siendo manipulado y dirigido contra hombres y mujeres es tema es muy importante en la actualidad para entender hasta que punto llega la élite para deshumanizar a la población, y Prado lo explica como nadie…

Prado Esteban Diezma escribe en el blog Mujer, Verdad y Revolución Social, donde reflexiona entre otros temas sobre la situación actual del feminismo, la necesidad de replantear la feminidad misma, la influencia dañina del Estado en la persona, la necesidad de afirmarse como individuo libre haciendo especial atención a la mujer, foco en la actualidad de los muchos ardides de la autoridad para reforzar la autoridad y continuar deshumanizando a la persona y en resumen, el camino que está tomando la sociedad que necesita replantearse muchos de sus grandes pilares.

En la presentación de su blog leemos un par de frases que explican bien la línea que hemos encontrado en sus escritos:

LA FEMINIDAD DEL SIGLO XXI

El alma humana tiene necesidad de verdad y libertad de expresión (Simone Weil)
No deseo que tengan poder sobre los hombres sino sobre sí mismas (Mary Wollstonecraft)

En la entrevista realizada para La Independiente Digital leemos como ha llegado a reflexionar sobre este tema:

Mi trayectoria vital  está marcada en lo biográfico por mi pertenencia a un entorno familiar en el que ser mujer no se sentía como una falta o una carga. Las mujeres de mi infancia, las de mi familia materna especialmente,  portaban una feminidad resuelta y decidida, enérgica y esforzada. Creo que esas experiencias primarias de mi niñez son el subsuelo de mi conciencia y mi forma de estar en el mundo.
Pero también pertenezco a una generación que ha sido autora, a la vez que víctima,  de una revolución  negativa, de un cambio que, lejos de mejorar a la sociedad y a los sujetos nos encamina a la destrucción de nuestra condición humana, arruinando en igual medida nuestras capacidades intelectivas, relacionales, convivenciales, volitivas y morales. Yo también fui arrastrada por esa convulsión social del “progresismo” franquista y antifranquista  y me duele el no haber sido capaz de defender  en el pasado lo bueno y positivo de mis raíces, de mi cultura y mi origen, me  aflige haber participado, por acción o por omisión, en el desarraigo que  es hoy uno de los mayores factores de descomposición  del cuerpo social.

Soy  pues, el producto de un conflicto interior entre mi experiencia personal y biográfica en el mundo tradicional,  y mi pertenencia a un momento político e histórico de destrucción de ese mundo. El feminismo ha sido sin duda uno de los instrumentos más eficaces del cambio de paradigma en la existencia de las mujeres, un cambio, desde mi punto de vista, a peor en todos los sentidos. Mi arraigo en la dignidad de la feminidad  y mi anhelo de maternidad me hizo siempre refractaria a sus discursos, mi condición de madre de familia numerosa me ha hecho acreedora de su hostilidad en más de una ocasión. Pero ha sido tal vez mi condición de madre de tres mujeres, la necesidad de legar a mis hijas la posibilidad de una feminidad auténtica, autoconstruida y no manipulada la que me ha empujado a lanzarme a una reflexión que es  vital y existencial  pero que  se convierte en lucha social y política.  Pretendo que esta reflexión personal abra la posibilidad de procesos colectivos de pensar,  entender y construirnos como sujetos  aptos para la libertad, la conciencia, la vida colectiva y la automejora,  procesos que las mujeres hemos de hacer como mujeres, sin negar nuestra feminidad,  pero compartiendo con los hombres y la masculinidad aquello que nos une indefectiblemente, la construcción de lo humano.

LEGISLAR CONTRA EL AMOR: La Ley de Violencia de Género y construcción del Estado policial y totalitario.

La ley de Violencia de Género de 2004 (en adelante LOVG) fue aprobada por unanimidad en un parlamento mayoritariamente masculino (solo el 36% de los parlamentarios eran mujeres). La anuencia general que ha tenido esta legislación expresa su importancia capital para el Estado y la sitúa en la misma categoría que las directrices fundamentales del sistema como lo es la Constitución de 1978.
Los datos de su aplicación son estremecedores: El 13% de la población reclusa son varones castigados por delitos tipificados en la ley, una parte importante de esos delitos, de ser cometidos por mujeres, tendrían la categoría de faltas y no conllevarían penas de cárcel. Durante los primeros cinco años de vida de la ley más de cien mil hombres han sufrido algún tipo de condena o medida penal. El gobierno considera que las cien mil denuncias anuales que se producen no representan sino la cuarta parte de las que se deberían poner(1) por lo que hay que calcular que si los varones encarcelados por violencia de género son nueve mil en este momento podrían llegar pronto a las treinta y seis mil, es decir, incrementaría la población reclusa en un 50% creándose auténticos campos de concentración. Por otro lado, la aplicación de esta norma no solo no ha resuelto el problema de la muerte de mujeres por sus parejas sino que las víctimas(2) han seguido aumentando, un crecimiento que es producto precisamente del enconamiento, el resentimiento y la hostilidad que la ley, la machacante propaganda de los medios y el sistema educativo, entre otras causas, genera en las relaciones de los sexos. Seguir leyendo