Falacia. (Del lat. fallacĭa). 1. f. Engaño, fraude o mentira con que se intenta dañar a alguien. 2. f. Hábito de emplear falsedades en daño ajeno (RAE, Vigésima segunda edición).

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I

¿Crean riqueza los empresarios? No. Hay que ser tajante a la hora de desmontar rumores. Acto seguido, sin embargo, hay que proceder a argumentar tal categórica negación.

Así, a «ojo de buen cubero», cualquiera puede darse cuenta de que hay dos tipos fundamentales de riqueza; (1) aquella con la que naturaleza -o algún dios, como se prefiera- nos ha obsequiado (i.e. todos los recursos naturales, descubiertos y por descubrir, en forma sólida, líquida y gaseosa, tales como ríos, bosques, minerales…) y (2) aquella fruto del laborioso esfuerzo humano sobre la primera (i.e. toda creación humana destinada a hacer más confortable la vida, propia o ajena, presente o futura, mediante la combinación, modificación, etc. de los recursos naturales). Sobre esta premisa, se hace a todas luces evidente que el empresario, en tanto que propietario, bien del primer tipo de riqueza (e.g. el dueño de una plantación de azúcar) bien de la segunda (e.g. dueño de una cuadrilla de esclavos y/o de su labor), no está creando nada; está, simple y llanamente, ROBANDO.

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Jean Jacques Rousseau

Respecto al primer caso, podemos recordar a Jean-Jacques Rousseau, y su postura sobre el origen de la propieda privada, -y, por consiguiente, del mal que nos atenaza-; (…) quien, cercando un terreno, se lo ocurrió decir esto es mío y halló gentes bastante simples para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil (…) (Rousseau en El Contrato Social). Esto es, no puede crear riqueza -para la sociedad en su conjunto, se entiende- quien, de hecho, se está apropiando de ella -o está heredando una apropiación llevada a cabo anteriormente por algún ancestro-.

En el segundo caso, la cosa está, si cabe, aún más clara, dado que suelen coincidir los propietarios de seres humanos, con los propietarios de algún recurso natural sobre el que obligarles a trabajar. ¿No es robo quien de esta manera obtiene ganacias? Cabe añadir que, el hecho mismo de haber propietarios de recursos naturales, obliga per se a una mayoría de seres humanos a ofrecer a los primeros su fuerza de trabajo -única riqueza de que disponen- a cambio de un jornal. Por tanto, tampoco puede estar creando riqueza quien se está apropiando del esfuerzo ajeno.

Por su parte, lógicamente, los propietarios tratarán de obtener siempre el máximo beneficio, esto es, reducir costes (e.g. salarios) al mínimo posible. Como ya advirtiera Marx, la producción de plusvalía [o trabajo no pagado del cual el empresario se adueña], la obtención del lucro, tal es la ley absoluta de este sistema de producción (Marx en El Capital, libro 1).

De todo esto se deduce, con facilidad, que los empresarios son gente que se apropia de la riqueza ajena, resumido en la célebre sentencia de Pierre-Joseph Proudhon; «la propiedad es un robo» (Proudhon en ¿Qué es la propiedad?).

II

No obstante, alguien podría replicar que algunos empresarios -o emprendedores, como se autodenominan eufemísticamente, ellos sabrán por qué- también pueden ser gentes ingeniosas a la hora de conjugar recursos naturales y fuerza de trabajo, de forma tal que aumenten eficacia, eficiencia y, en definitiva, la riqueza colectiva. Y, ciertamente, hay excepciones, como corresponde a toda regla. El propio padre de Proudhon, empresario cervecero, vendía su producto por un valor que agregaba al precio de costo -ni más ni menos que el salario correspondiente por su trabajo- por considerar un robo haber cobrado más al comprador. Si alguien tiene una idea genial, pongamos a la hora de fabricar ropas, viviendas o instrumentos musicales, ¿por qué no iba a poder disfrutar de un cierto grado de bienestar, fruto de su esfuerzo e, incluso, contratar a gentes -no tan ingeniosas, por supuesto- de forma que el negocio -y la riqueza- puedan crecer?

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