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4 formas de distribuir la riqueza
En función de la población y los recursos disponibles en un momento dado
Es posible que el modelo A de distribución de la riqueza (de muchos con poco, y pocos con mucho; el famoso óptimo paretiano o proporción 20/80), sea una constante -o una tendencia-, en la Historia de la humanidad. Y quizá este óptimo de distribución sea el más eficiente, pero por injusto, es decir, por no ser eficiente para todos, no merece respeto alguno. Además, no siempre se cumple, aunque sea de forma temporal, o en casos concretos.
En los países “desarrollados”, por ejemplo, lo que encontramos es más bien un modelo B (o de bastantes con bastante). La presión histórica de los muchos con poco, más ciertos avances tecnológicos y en la educación, han permitido el surgimiento de una fuerte clase media –una pequeña-burguesía-, aunque sea como colchón del poderoso ante el potencial revolucionario de los desposeídos. En estos lugares reina una cierta paz social, bastándole al poderoso la propaganda para moldear la voluntad del pueblo, y reservando la represión para situaciones excepcionales.
Europa occidental es quizá el mejor ejemplo de modelo B; las élites permitieron el llamado Estado de bienestar para neutralizar la “amenaza” comunista, convirtiendo en cómplices del sistema a los trabajadores europeos, en un ficticio sistema “interclasista” que a día de hoy, tras la caída de la URSS, no hace más que degradarse poco a poco.
Y es que el modelo B, con toda su paz y prosperidad, es un modelo de falso desarrollo, pues obliga a la existencia del modelo C (o de poquísimos con muchísimo, y muchísimos con poquísimo) en otros lugares del mundo; las colonias. La mayor parte de los países del mundo, especialmente los africanos, responden a este modelo C. Allí, una represión brutal por parte de las oligarquías locales, en connivencia con las élites imperialistas (o de los propios imperialistas, si la colonia se libera), permite el saqueo de sus recursos y la esclavitud de sus habitantes. Por tanto, B y C son 2 caras de la misma moneda (no puede haber B sin C), pues todo está enmarcado en un modelo A global, tan insostenible como injusto. Peor aún, tras la caída de la Unión Soviética, los poderosos encuentran poca resistencia para construir su modelo C global. Seguir leyendo